Ahí estás, como cada día, montada
en tu bicicleta en dirección desconocida, y como siempre sin echarme un solo
vistazo. ¿A dónde irás? ¿Al trabajo, a la universidad, a
casa de algún conocido?
Admiro tu melena al viento, tu
hermosura, esa esencia de mujer que dejas a tu paso; has crecido mucho desde
aquel último, terrible día, en que te vi marchar. Ha pasado tanto, tanto
tiempo, que tú ya ni te acuerdas de que un día me conociste. Al fin y al cabo,
yo ya no soy nada en tu vida.
Solo soy la vieja casa donde
naciste.