La única imagen que recuerdo es la de tus
manos, con las uñas pintadas de negro, mojando de manera pausada los churros en
el chocolate de tu taza. No hay más. Solo eso. Una taza, una cucharilla, un
plato con más de esas delicias y el ticket con la cuenta. El resto lo borraron,
al unísono, tu sonrisa y el brillo de tus ojos. No quedó razonamiento ni
sensatez, solo locura.
Cuando años después desperté, me preguntaron
por los sucesos de aquel tiempo y, con la mirada perdida en los recuerdos más
felices, y a la vez efímeros, de mi vida, solo pude sonreír y dejar que el
poder de aquel inmenso amor saliera al exterior y dejara libre mi corazón.
Tus besos y caricias quedarán para siempre
guardados en el rincón secreto de mi alma. Tus rizos, risas y guiños, serán los
tesoros que de ti me quedé y que a ti me llevarán.
Esa imagen irreal me transformó, más nunca
volví a ser aquel ignorante al que enamoraste para siempre y que no puede
desandar el camino.
Dentro de tu chocolate podría vivir o morir,
pero cada vez que intento recordarte me asalta la estampa de tus manos de uñas
negras, tu sonrisa y el brillo de tus ojos, y solo veo locura en forma de
mariposas tristes.