El contraste del cálido café que
le bajaba por la garganta con la fresca brisa que le llegaba de la terraza
ejerció un efecto balsámico sobre su cuerpo; por primera vez en mucho tiempo,
estaba completamente a gusto y relajado. Cerró los ojos y tomó aliento,
complaciéndose de aquel perfecto lapso de tiempo.
Pero al abrir la boca para llamar
al camarero, todo volvió a su mente; y mirando más allá de la barandilla, se
derrumbó sobre sí mismo.