El suculento desayuno casi se cae de la boca de Juan. La noticia de último momento lo dejó estupefacto, las imágenes eran terribles.
A sus espaldas, Susana terminaba
de preparar sus tostadas francesas y parloteaba sin cesar sobre las múltiples
tareas que ocuparían su día y de cómo se habían quedado dormidos esa mañana,
sin darse cuenta que Juan estaba pasmado.
—¿Querido?.... ¡¡Juan!! ¿Qué te
pasa? ¡Estas pálido!
Juan señalaba las noticias sin
decir una palabra. Con agónica voz murmura:
—Todos.... todos ahogados. Es el
tren que debíamos tomar esta mañana. Un iceberg a mitad de camino...