Miró sin curiosidad la vida
vegetal a su lado mientras se imbuía del poderoso silencio, alrededor suyo. Una
sensación extraña recorría todo su cuerpo, ante la falta de estímulos
auditivos. Su mentor de conducta diría que era un momento de paz, pero no era
cierto. Era la tranquilidad que precede al caos desatándose.
Una parte en su mente, muy
pequeña, supo que estaba en un lugar exquisito, nunca hollado por pisadas ni
artefactos, pero no pudo apreciar el regalo que se ofrecía a su vista. No podía
degustar la pureza del aire, su transparencia fresca. Las lentes se adaptaron
al rayo solar que acarició sus ojos ocultos, en ese momento del atardecer
moribundo. Pensamientos que nunca hablaron quisieron establecerse en su córtex,
pero fueron reprimidos como una guadaña afilada con sangre.
La inacción puso en marcha el
mantra básico y empezó a mover sus labios mudos.
"La vida nos hace creer que
los otros mueren primero. Sobrevivir es no llevar más carga de la que soporten
tus músculos, esto es código incrustado básico. La vida es un lapsus en el
tiempo..."
Una brutal explosión zumbó en sus
oídos y dejó la letanía inacabada.
—Va, a la mierda, ¡ya llegan!.
Apuntó los fásers al firmamento,
apagando el transmisor de un manotazo y después los sensores de dolor, con
alivio.