Pasos apresurados en cubierta le
hicieron levantar los ojos del libro que dejó a un lado precipitadamente. Saltó
del lecho y salió del camarote para lanzarse a la escalera que ascendía.
—¡Allí sopla! ¡Allí sopla! … ¡Una
joroba como montaña de nieve! ¡Es Moby Dick!
Su vista se posó en la espalda
del capitán que se erguía en proa sobre su pierna de madera. La caza había
comenzado.