El libro de Verne sobre un tal capitán Nemo debería esperar
otro día a ser finalizado. Estaba cansado, muy cansado. Poco a poco se le
fueron cerrando los ojos y se quedó dormido mientras el tomo resbalaba de sus
manos y caía al suelo. Su perro, Ishmael, emitió un pequeño gañido por el susto
mientras Ahab empezaba a soñar...