¿Dónde estoy? No lo sé. El resplandor del
sol me daña los ojos si intento abrirlos y la quietud del silencio engaña a mis
oídos. No comprendo lo que sucede desde que he vuelto a la consciencia. Estoy
perdido en mi aturdimiento.
No tengo dolores, ni fatiga, ni siquiera
poseo la impresión de ser yo mismo, al menos aquel que se durmió… ¿haciendo
qué?
Una imagen viene a mi mente, sobrecogedora,
inmortal, imperecedera. Una muralla nevada cubierta de nubes por las que se
filtran rayos de luz de un sol diluido en agua, que da vida a la flora del
fondo de un mar hermoso. Es una incongruencia, un imposible. Son dos
instantáneas superpuestas de dos paraísos inconexos. Son los delirios de un
moribundo. Los anhelos de una mente aventurera que nunca se movió del rincón.
Ahora lo sé. Me he vuelto loco y es la hora
de mi medicación. La camisa de fuerza me da la pista de mi realidad.