Desde una arboleda cercana miraba, sin emoción, a una hembra
de pelo dorado y delgada, que sostenía una vida inocente en sus brazos. La
estudiaba desde lejos, sin permitir que le descubriera, aunque dentro de sí una
pequeña vibración en el límite de la percepción le desmentía... quizá sí
percibiese algo. Puede que, instintivamente, ella notara un cosquilleo en su
nuca.
Sabía lo que iba a ocurrir, pues su poder era anticipar el
fin de la vida; ella aplastaría el pequeño cuerpo que sostenía, poco a poco,
hasta notar los chasquidos de los frágiles huesos arañando los órganos
internos... y después tiraría al cachorro al río, añadiendo otra agonía antes
de morir. Estaba impresionado.
Si hubiera podido atisbar su mirada, incluso él se cubriría
de gozo, mas no presentaba ninguna de las señales que distinguían a los
maldecidos... y eso le desconcertaba profundamente.
Decidió abrir su mente hacia la hembra con una sonda mental,
para perforar (nunca mejor dicho) el núcleo de sus pensamientos. Entró
delicadamente en el interior, esquivando los pensamientos con forma de
cuchillas fácilmente, sorteando la inmundicia pegajosa de las paredes que
encerraban sus delirios y confirmó lo que sospechaba desde el principio: era una humana.
Alzó los hombros tras el fiasco y empezó a alejarse con
pasos transparentes, mientras se escuchaba el sonido de un pequeño cuerpo
impactando el agua.
Continuaría la búsqueda de otros como él, los desheredados
caídos... solo era cuestión de tiempo. Y tiempo, por mucho que lo odiara, tenía
en abundancia.