Maullaba a su compañero, situado a varios metros de
distancia. Había sido más rápido, librándose por los pelos.
—Haz algo, salta sobre ella, intenta arañarla...¡No la
soporto!
Parecía que barritaba como un mamut, estaba muy indignada.
La campesina sujetó mejor a la gata, que se removía en sus
brazos.
—Y encima me está tocando el culo, lo que hay que
aguantar...
Ahí el gruñido que dio sonaba más a felino, y menos mal,
porque el gato ya estaba asustado de la ira de su compañera.
Desesperada, al comprender que el agua se acercaba
peligrosamente, lanzó el bufido más espantoso de su vida.