Todo empezó de pequeño, en una visita familiar. Me
aburría...
—Abuela ¿tienes algo para leer?
—Vamos a ver...
Y me prestó uno de los libros que tenía en aquel trastero,
intrigante y pacífico, junto a la entrada. Un vampirillo colgado me miraba con
unos ojos redondos y asombrados desde la portada. Debió de ser un mensaje
premonitorio, ya que un escalofrío recorrió mi espalda al sujetarlo entre mis
manos...aunque no recuerdo ya de qué iba el cuento.
Lo que sí recuerdo es el mordisco que lo cambió todo, años
más tarde. Cuando desperté, solo tenía presente una frase en mi mente, acerca
de alimentarme bebiendo lo rojo, el sustento rojo y aromático. Nada más. Nadie
más.
Tuvo la suerte ganas de llevarme en mis nuevas alas a una
bodega, donde encontré unas grandes cubas, rebosantes de "eso" rojo,
y ahí vivo desde entonces. O no vivo, según se mire.
¡Ahora yo también cuelgo cabeza abajo! aunque es muy
difícil, a veces, sujetarse bien...son los efectos
secundarios, supongo, junto con el hipo, y el radar se me estropea cosa mala.
Por lo demás, bien, aunque los otros dicen que no he entendido lo del sustento
rojo...
Que sabrán ellos...¡Hip!