Sostengo a la pequeña entre mis brazos, con delicadeza.
Aquí, en la umbra de los sueños, me pregunto qué vínculo me une a ella. Está
oscuro alrededor y ambos somos un pequeño faro dorado, emitiendo una tenue luz
que me permite observar sus rasgos infantiles. Me entretengo con esa idea, esa
vinculación, cuando una mano con unas garras imposibles desciende sobre la
niña, asiéndola.
Noto que el cuerpecito que abrazo me es poco a poco
arrebatado, empieza a deslizarse hacia arriba. El miedo me atenaza; si aprieto
para sujetarla temo dañarla, mas no me queda otra opción. Empiezo a ejercer
presión, intentando fundirla conmigo, pero otra sorpresa me aguarda. Quien esté
detrás de esa monstruosidad oscura con dedos bestiales ha regurgitado una
sustancia viscosa y rosada, y la vuelve casi tan resbaladiza como un pez...
Salgo de la umbra sólo con la mitad de mi ser, y veo que la
niña abraza una figura mientras duerme en su cama. Parece algo tan inofensivo,
todos los niños lo hacen. Si sus progenitores supieran...
Actuar fuera de la umbra de los sueños era difícil y
peligroso, corría el riesgo de no poder regresar, pero ¡es que estaba perdiendo
a la pequeña en su propio territorio!
Concentró todo su poder y acometió un pequeño pellizco a la realidad para que el brazo infantil se moviera y dejara caer al suelo el muñeco. Tal vez con eso fuera suficiente.
Concentró todo su poder y acometió un pequeño pellizco a la realidad para que el brazo infantil se moviera y dejara caer al suelo el muñeco. Tal vez con eso fuera suficiente.
Unificó de nuevo su visión al regresar, notando al pequeño
ser que aferraba y protegía, dándole imágenes de la pradera de sus propios sueños.
¿Yo también fui una niña? me pregunto sin voz. Llamo a
Tánatos, aunque no es un familiar, y me responde su risa. No me ayudará, aunque
me ofrece su casa como refugio. Tramposo... aunque empiezo a considerar la
idea. Como guardián de los sueños en la umbra tengo algunos trucos que para
Tánatos serían toda una novedad. Es lo que tiene el poder de los nombres
pequeños, pasan desapercibidos.
Aún está ahí, esa negrura con filamentos intentando parecer
una mano en la umbra, insaciable, mas la determinación me inunda.
No la soltaré.
¿Y si ella... soy yo?