Ya casi no quedaban huellas del devastador encuentro de
aquel enjambre de cometas con el planeta. La vida vegetal, especialmente los
enormes árboles, la especie dominante en el planeta, cubrió las heridas y
restauró la vida en todas sus formas. Como cada millón de años, la polinización
interplanetaria había tenido éxito, y en esta primavera cósmica nueva vida se
abría camino desde los brotes de los árboles/madre.
Las criaturas ya estaban construyendo sus viviendas de los
propios restos de los capullos donde fueran gestadas. En esta nueva vida de
carne y hueso ponían sus esperanzas los grandes bosques, para que cuando ya su
recuerdo fuera polvo, estos hijos suyos, a los que llamarían humanos, cuidaran
de las nuevas generaciones de vida por venir y prepararan todo para la próxima
polinización.