¡Ah! La relajación de un atardecer tranquilo, navegando
lentamente, mecido por las olas; la brisa suave acariciando tu piel, mientras
te acercas, sin alcanzarlo, al bello disco dorado que poco a poco se sumerge en
el horizonte; los aromas del mar adentrándote en tus sentidos, y el... los...
las... ¡Hala, ya estamos otra vez! ¡Es la cuarta vez que se me cagan encima las
dichosas gaviotas! ¡Mierda de mundo moderno, ya ni las gaviotas le dejan a uno
ser romántico! ¡A hacer puñetas, hombre!