Se agachó y recogió la botella. Le costó un poco, puesto que
estaba semienterrada en la arena. Se la llevó a la altura de los ojos y la
agitó ligeramente, como si quisiera comprobar que realmente allí había un
papel... La miró con curiosidad, con una ligera sonrisa en los labios.
Con la mano libre fue tirando poco a poco del tapón, con
cuidado, sin prisa. Finalmente salió. Se llevó la boca del recipiente hasta su
nariz y aspiró profundamente. Olía a misterio, a curiosidad, a anhelos. Inclinó
la botella sobre su mano vacía y dejó caer el contenido sobre ella. Lo
desenrolló y justo cuando empezaba a leer el texto, empezó a nublársele la
vista, no conseguía enfocar.
Levantó la mirada y vio cómo, mientras silbaba una alegre
cancioncilla, un pequeño tipo de orejas puntiaguda y de color verde se alejaba
por la orilla de la playa.
Por mucho que intentó chillar, no consiguió que sus gritos
escaparan del interior de la botella.