Con un gesto desesperado sacudió la cabeza, para evitar que
las lágrimas asomaran en sus ojos castaños. Veía la captura, impotente, desde
una loma cercana. Con la nobleza de su sangre trató de acercarse y luchar, mas
no podía avanzar ni un paso en su dirección, maltrecho como estaba.
Los llamamientos entre sus hermanos, los golpes de los
cascos en los cuerpos, el miedo, le volvió loco. Las olas, al llegar a la
orilla, le pedían al mar que golpeara también o las llevara en espuma entonces,
fuera de esa locura...