Existe un
lugar donde al caer el sol y con las primeras luces de luna, el mundo conocido
se convierte en algo distinto. Allí la fiesta y la alegría se desbordan a
orillas del más azul y cristalino de los mares. La música proviene de las
criaturas nocturnas que invaden la blanca arena llenando de gozo hasta el más
recóndito rincón.
En ese
lugar, en el sitio donde las manadas de caballos liberan sus espíritus y
cabalgan felices entre las olas, fue donde te conocí, donde me enamoré y donde
perdí mi corazón.
Entre
relinchos, trotes y aroma animal, la melosa cadencia de las ondas del agua y el
sabor de tus besos, nunca regresé entero
mi hogar, pues en el lugar donde los caballos sueñan, yo desperté para
encontrar en tus ojos la perdición.
No diré nada
más, tan solo un “te quiero”, que el
infinito sabrá entregar a la princesa de mis desvelos y que ella guardará para
olvidar.