—Y cuando los mozos, agotados, lograron reunir los caballos,
se dieron cuenta de que varios de ellos se habían perdido en las aguas; pero
ignoraban que esa era la voluntad de Dios, porque aquellos caballos perdidos
sobrevivieron bajo las aguas, y se adaptaron, transformándose en lo que hoy
denominamos Caballitos de mar.
—¡Puf! Perdóname, abuelo, pero eso no hay quien se lo crea;
los caballos de tierra y de mar son tan distintos, que es improbable que
deriven el uno del otro. Lo siento, pero no es lógico.