Cuando Mary acabó de bailar, sudaba. La sonrisa en los
labios, el pecho subiendo y bajando. Cerró los ojos, el paraguas y regresó a su
mundo.
Bertie esperó un rato más por si acaso y salió desde detrás
de los setos que le habían ocultado. Se acercó hacia el improvisado escenario y
empezó a recoger todas las notas musicales que había en el suelo. Cuando no le
cupieron en las manos se quitó su sombrero y las puso allí. Cuando acabó giró
su cara hacia donde había desaparecido, una vez más, la niña. Se rascó una
mejilla y extendió, sin darse cuenta, el hollín hacia su barbilla.