El ambiente era realmente bucólico, lleno de paz; a la luz
de la luna, reflejada en las aguas, las parejas pasaban una feliz noche de
verano, paseando al lado del lago, esperando el momento más indicado para
navegar por sus tranquilas aguas.
Él les miró desde lo alto de la
colina, y por un momento su mente se llenó de dudas; tal vez no fuera correcto
interrumpir aquella pacífica velada... Pero la imagen de su padre le despejó
las ideas; tenía que cumplir su voluntad, continuar su legado; la tradición
familiar estaba por encima de todo. Y aquella era una de las noches idóneas
para ello, como su padre le había enseñado; tal vez hoy, por fin, se sintiera
orgulloso de él, allá donde estuviera.
Sonrió, y comenzó a bajar la colina; el peso en la mano le
reconfortaba. El hacha de su padre iba a volver al trabajo, y cuando terminara
la noche, estaría tan ensangrentada como la luna.