Esta noche voy a matarte. Lo he decidido. ¿Cómo? Todavía no lo sé. Pero es la hora de acabar con tu odiosa pestilencia que empapa tus camisas. Hueles a sudor barato y a colonia de viejo. El asco inunda mis sentidos solo de pensarte.
Suenan las campanas en la iglesia. Recorro los metros que me separan de tu vivienda. Escucho los ladridos de tu perro, ese que te odia en silencio y los llantos de un bebé.
Me acerco a tu ventana y te observo.
Te rascas como si tuvieras sarna, con la cerveza en la mano. Un campo verde, repleto de hombres en pantalón corto persiguiendo, enloquecidos, un balón, se vislumbra entre los visillos.
En la mano tengo el mando a distancia. Aprieto el botón y huyo.
La detonación se escucha por todo el pueblo. Solo la Carmina asoma por la ventana gritando. La observo escondida entre los arbustos que rodean la iglesia. ¿Me habrá visto?
Asombrada, descubro que la vecina de al lado no grita de terror, sino de alegría.
_¡Por fin se hizo justicia!_, dice_. ¡El Teodoro ha muerto!
La bomba ha destruido la casa, con el cerdo dentro. Lamento que el perro y la mujer también estuvieran allí pero solo han sido daños colaterales. Hoy dormiré tranquila. Hoy hay un maltratador menos en el planeta. Mañana continuaré mi camino, de pueblo en pueblo, con mi tarea de destrucción en la maleta.
miércoles, 29 de octubre de 2014
lunes, 27 de octubre de 2014
REALISMO
"Las casas se
derrumbaron, cayendo en escombros; miles de voces se quebraron en las gargantas
de las víctimas; lo que había tardado siglos en construirse, quedó destruido en
solo unos minutos..."
— ¡Bravo! —gritó emocionado el productor— ¡Un final espléndido! Y el terremoto ha quedado francamente bien, felicite a los de efectos especiales.
—Bueno, señor —respondió azorado su ayudante—, en esta ocasión el departamento de efectos especiales no ha tenido nada que ver.
—¿Cómo?
—Es cosa del director, ¿recuerda que le dio libertad de movimientos? Pues ha resultado ser un fanático del realismo...
—¿Quiere decir qué...?
—Efectivamente; se construyó el pueblo adrede, para la película, y fue destruido con ella ¡Ah! —sacó una hoja de su carpeta y se la dio a su jefe— Aquí tiene los costes totales de la secuencia.
Poco a poco los colores de la cara del productor fueron cambiando, hasta quedar tan blanco como el papel que sostenía en las manos y, antes de que su ayudante pudiera reaccionar, cayó redondo al suelo.
—Vaya —respondió su ayudante—, y eso que aún no ha visto lo que ha cobrado el laboratorio de ingeniería genética por crear al monstruo...
— ¡Bravo! —gritó emocionado el productor— ¡Un final espléndido! Y el terremoto ha quedado francamente bien, felicite a los de efectos especiales.
—Bueno, señor —respondió azorado su ayudante—, en esta ocasión el departamento de efectos especiales no ha tenido nada que ver.
—¿Cómo?
—Es cosa del director, ¿recuerda que le dio libertad de movimientos? Pues ha resultado ser un fanático del realismo...
—¿Quiere decir qué...?
—Efectivamente; se construyó el pueblo adrede, para la película, y fue destruido con ella ¡Ah! —sacó una hoja de su carpeta y se la dio a su jefe— Aquí tiene los costes totales de la secuencia.
Poco a poco los colores de la cara del productor fueron cambiando, hasta quedar tan blanco como el papel que sostenía en las manos y, antes de que su ayudante pudiera reaccionar, cayó redondo al suelo.
—Vaya —respondió su ayudante—, y eso que aún no ha visto lo que ha cobrado el laboratorio de ingeniería genética por crear al monstruo...
EL EDIFICIO
Había resistido durante
70 años en pie. Sus cuatro alturas, tres
pisos por planta y dos locales, que
habían contenido diferentes negocios, le habían hecho ver el recorrido de las
vidas de sus diferentes ocupantes. El viejo inmueble del barrio antiguo se erguía
orgulloso, manteniéndose firme. Los
viejos propietarios lo habían conservado con cariño y respeto. Él se estiraba
digno entre los restos decrépitos de algunas casas abandonadas, y
construcciones de estilo moderno con cabida para gran número de apartamentos,
que veían pasar el trajín de numerosos inquilinos de paso. Orgulloso veía a sus
vecinos como habían compartido con él sus experiencias. Con el paso de los años, y de sus vidas
sentía que eran su familia. Era un edificio con alma y él los cuidaba como los
vecinos cuidaban de él.
La magia surgió y cobró
vida cuando el suelo empezó a temblar, el edificio se reafirmó sobre sus viejos
cimientos. Intentó mantenerse firme mientras los cristales de sus ventanas se
resquebrajan. Y sentía agrietarse sus muros. El tejado basculaba sobre él,
haciendo ímprobos esfuerzos, apenas conseguía evitar que las tejas cayeran a la
calle. Recordaba a cada uno de sus
habitantes, y los sentía procurando tenerlos localizados.
Le habían dado tanto amor, que procuraba que todo su esfuerzo se dedicara
a evitar que sufrieran daños. La tierra
temblaba y las diferentes oleadas hacían mella en él, que apenas conseguía
mantenerse en pie. Apretó sus muros, basculó sobre sus cimientos soportando las
batidas del terremoto. Cuando todo acabó,
apenas quedaba nada en pie; La
habitación del matrimonio del primero A, con la pareja de ancianos que se habían
refugiado debajo de la cama. La cocina de María del segundo C donde la mujer se
encontraba haciendo la comida. El cuarto de los niños del tercero C, en el que
se habían refugiado el matrimonio con los críos. Del resto del edificio no
quedaba nada. Los bomberos con sus
escaleras rescataron a los vecinos.
Ninguno de los que se encontraban dentro en el momento del edifico
sufrió daño alguno. Tal y como quedó
la estructura de la casa, no se
explicaban cómo se habían salvado todos.
En cuanto estuvieron todos fuera, el viejo edificio se derrumbó.
domingo, 26 de octubre de 2014
SUPERPODERES
—¡Mira mami! ¡Te hice
un dibujo! Bueno, en realidad lo vi en internet y lo imprimí para ti.
—Gracias, mi amor... ¿Y quién es la señora del dibujo?
—¡Tu, mamá! ¿quién más?
—¡Me da miedo, me voy a lastimar si estoy allí! ¡Todo se viene abajo! ¿Por qué piensas que soy yo?
—¡No mami, lo ves todo al revés! Hace unos días, cuando jugué en mi habitación, dijiste que parecía que un terremoto había pasado por ella, ¡y luego arreglaste todo! Quedó muy linda... y creo que tienes una especie de poder especial. Si un día un terremoto de verdad comienza a destruir al pueblo, tú estarás allí ¡y con tus poderes tooodo todito volverá a su lugar! Eso estás haciendo en el dibujo... ¿te gusta?
—Es... el dibujo más hermoso del mundo.
—Gracias, mi amor... ¿Y quién es la señora del dibujo?
—¡Tu, mamá! ¿quién más?
—¡Me da miedo, me voy a lastimar si estoy allí! ¡Todo se viene abajo! ¿Por qué piensas que soy yo?
—¡No mami, lo ves todo al revés! Hace unos días, cuando jugué en mi habitación, dijiste que parecía que un terremoto había pasado por ella, ¡y luego arreglaste todo! Quedó muy linda... y creo que tienes una especie de poder especial. Si un día un terremoto de verdad comienza a destruir al pueblo, tú estarás allí ¡y con tus poderes tooodo todito volverá a su lugar! Eso estás haciendo en el dibujo... ¿te gusta?
—Es... el dibujo más hermoso del mundo.
sábado, 25 de octubre de 2014
LAS ESFERAS NEVADAS
La tienda olía a madera antigua y silencio. Ella deambulaba
entre objetos y libros, preguntándose porqué había entrado, si no tenía dinero
para obtener nada. Llamó su atención un mostrador en sombras, junto a la pared,
atiborrado de esferas nevadas. Siempre quiso tener una, de pequeña. Nunca
ocurrió.
El viejo encargado se acercó y empezaron a hablar sobre la diversidad de ellas y la minuciosidad del trabajo que llevaban. También escuchó, un poco distraída, las leyendas de su origen con los hombres. Contó que ciertos magos usaban los orbes de diferentes maneras, incluso que eran capaces de introducir realidades y enemigos en ellas. "Un mundo", le decía con voz cascada, "cada una es un mundo".
Ella apartó la vista de las esferas para mirar a su interlocutor. Ahora una alarma vibraba en sus oídos. Notaba cierto nerviosismo y ansiedad en su voz mientras ese anciano oriental le proponía cerrar los ojos y, de todas, elegir una: "Te mostrará el futuro, te hará ser dios en algún mundo..."
No le gustaban esos juegos, mas su mano parecía tener voluntad propia y sus ojos se cerraron a la vez. Levantó una, al azar, y la sacudió. Luchó por recobrar su ser y abrir los ojos, mas sólo podía oir a una mujer gritando horrorizada y un retumbar profundo. Cuando al fin lo logró, miró la esfera en su mano. Las lágrimas asomaron al ver que era ceniza lo que se posaba lentamente en el fondo. Y en el interior de la esfera había un pueblo destruido, con una mujer asomada en una ventana, en un grito continuo...
El viejo encargado se acercó y empezaron a hablar sobre la diversidad de ellas y la minuciosidad del trabajo que llevaban. También escuchó, un poco distraída, las leyendas de su origen con los hombres. Contó que ciertos magos usaban los orbes de diferentes maneras, incluso que eran capaces de introducir realidades y enemigos en ellas. "Un mundo", le decía con voz cascada, "cada una es un mundo".
Ella apartó la vista de las esferas para mirar a su interlocutor. Ahora una alarma vibraba en sus oídos. Notaba cierto nerviosismo y ansiedad en su voz mientras ese anciano oriental le proponía cerrar los ojos y, de todas, elegir una: "Te mostrará el futuro, te hará ser dios en algún mundo..."
No le gustaban esos juegos, mas su mano parecía tener voluntad propia y sus ojos se cerraron a la vez. Levantó una, al azar, y la sacudió. Luchó por recobrar su ser y abrir los ojos, mas sólo podía oir a una mujer gritando horrorizada y un retumbar profundo. Cuando al fin lo logró, miró la esfera en su mano. Las lágrimas asomaron al ver que era ceniza lo que se posaba lentamente en el fondo. Y en el interior de la esfera había un pueblo destruido, con una mujer asomada en una ventana, en un grito continuo...
CARMEN DE BIZET
Sus gorgoritos se oían en todo el pueblo. Llevaba así desde
que le regalaron el CD.
—Mira —le dijo en broma su amiga—, te han compuesto una
ópera, Carmen.
Y desde entonces no había hecho otra cosa que cantar y
cantar.
—Quiero conseguir romper una copa con mi voz —le dijo a todo
aquel que quiso escucharla.
Y un buen día lo consiguió. Lástima que además de la copa
arrasase con el pueblo entero.
domingo, 19 de octubre de 2014
LA BRUMA
Cuando alcanzó la loma y miró
por los binoculares ahogó una exclamación rabiosa. Todos estos meses sin ella
habían sido una tortura, pero ahora tenía la certeza de encontrarla en aquella
inmensa plantación. Pudo distinguir dos figuras inclinadas y a punto estuvo de
disparar, dada su impaciencia.¡Meses, días de arrastrarse tras su débil rastro!
Suspiró, despejándose. Aseguró sus pertrechos para que ningún sonido le delatase y empezó a bajar en su dirección, fundiéndose con el entorno. Ni siquiera se preguntó cómo iba a encontrarla, entre tantas otras, abducidas y secuestradas, todas en largas hileras, adormecidas en sus cápsulas mortales...
Ella brillaba como un fuego fatuo y misterioso, era lo más importante de su interior y un estremecimiento recorrió su espalda al notar su cercanía...
Encaminándose a una cápsula, sin dudarlo, quebró el cristal, dejando que la bruma que ascendía cubriera su figura y sonrió.
Había recuperado la imaginación. Estaba completa de nuevo.
Suspiró, despejándose. Aseguró sus pertrechos para que ningún sonido le delatase y empezó a bajar en su dirección, fundiéndose con el entorno. Ni siquiera se preguntó cómo iba a encontrarla, entre tantas otras, abducidas y secuestradas, todas en largas hileras, adormecidas en sus cápsulas mortales...
Ella brillaba como un fuego fatuo y misterioso, era lo más importante de su interior y un estremecimiento recorrió su espalda al notar su cercanía...
Encaminándose a una cápsula, sin dudarlo, quebró el cristal, dejando que la bruma que ascendía cubriera su figura y sonrió.
Había recuperado la imaginación. Estaba completa de nuevo.
INFORME Nº 26
Encriptación de seguridad: nivel máximo.
"Laboratorio: nº 51
Status: Contenedores en estado óptimo, hibernación estable. Prueba nº1 se inicia a las 0800 hrs.
Sujetos de prueba: dos nativos vagabundos, instrucciones mínimas sobre como abrir los contenedores asignados. Desconocen contenido.
Objetivo: obtención de dos Aliens humanoides"
—Sres., ese fue el último mensaje recibido desde el laboratorio, 250 personas y ninguna señal desde hace 15 hrs.
—¡Sr! ¿Cuántos contenedores habían?
—400. Autorizado el uso de fuerza letal, solo son dos hostiles. Nada debe salir de allí. En caso extremo activamos la autodestrucción y salimos. Saltamos del avión en 5 minutos, a 1 km de Chernóbil. Si tenemos suerte, nadie saldrá herido. ¡Prepárense!
lunes, 13 de octubre de 2014
NUESTRA CÚPULA
A pesar de los avisos
de la comunidad científica, algunos inmersos en nuestras rutinas no nos
enteramos, otros simplemente hicieron oídos sordos, y los poderes fácticos, como siempre, creyeron
en su soberbia que eso a la tierra no le
pasaría; no en su era, no justo cuando
ellos (soberbios de traje y corbata) ostentaban el poder. Los menos intentaron movilizarse para
concienciar al mundo y evitarlo; se asociaron, quejaron, manifestaron y
reprimieron. Así, que cuando empezó a
suceder, el espectáculo nos sorprendió en plena calle. Dejamos de mirar al suelo para mirar al cielo,
y ver que el universo nos abría una ventana por donde observar, como el azul intenso de una mañana de verano
se difuminaba, para mostrarnos nuestro sistema planetario. Dependiendo del
lugar en la Tierra iban apareciendo ante nuestros ojos los diferentes
planetas. Mientras algunos veían el
aspecto terroso de Venus y la cara oculta de mercurio, como si nuestra segunda
luna fuera. En otras zonas de nuestro planeta
aparecía primero el gigante Jupiter.
Marte envuelto en sus tormentas rojas, efervescentes e inquietas. El espectáculo de Saturno era incomensurable,
cuando empezó a aparecer y pudimos observarlo,
asistimos a su aparición con una
exclamación en la boca y el terror anidando en el corazón. Sus anillos formados de rocas aparecieron
como nubes de gas, que se solidificaban su alrededor. El
planeta nos regaló en el final de nuestros días un espectáculo hermoso. Nos enseñó
lo que había fuera de la cúpula.
Ese paraguas protector que nos
ofreció para poder vivir y crear un
mundo donde vivir. Pequeños seres con
conciencia de su existencia y posición el cosmos que rechazamos para mirar solo
hacia nuestro ombligo. Consciencia que
algunos utilizaron para CREAR e intentar mejorar. Ahora esa cúpula desaparecía, condenándonos a
la extinción, mientras, el universo se
paseaba por delante de nuestros ojos, para aquellos que quisieran ver antes de
perecer.
viernes, 10 de octubre de 2014
CULTIVANDO QUE ES GERUNDIO
Todavía no
entiendo por qué empezaron a cultivar gnomos en esas campanas transparentes.
¿Para qué sirve un gnomo? Vale, queda muy bonito en el exterior de las casas,
allí, junto a los caminitos de tierra. Pero, ¿no podemos ponerlos de porcelana?
Antes eran de porcelana hasta que esas organizaciones para la liberación de los
gnomos de jardín comenzaron a meter sus narices en nuestros asuntos. Seguro que
ahora salen otros y comienzan a decir que no podemos cultivar gnomos. Que si es
una crueldad encerrarlos en campanas de cristal, que si también son seres
vivos. Ya me gustaría que se les comiesen las lechugas de sus huertos. No les
gustaría tanto. En fin, sigamos alimentándoles. A ver... que viene el
avioncitooooo...
jueves, 2 de octubre de 2014
EL SR. DIRECTOR (3º entrega de LAS TRAVESURAS DE PASCUALINA)
Pascualina se encontraba otra vez delante del despacho del director. Su madre avanzaba por el pasillo, acelerada y atolondrada, dando unas voces que los oídos sufrían como si fueran coces. Otra vez la habían llamado para que se llevara a su niña a casa castigada. El cariño era mutuo entre los dos; para Pascualina el director Bernardo era un gordito pachón, y para él, ella no era santo de su devoción. Don Bernardo le tenía ojeriza y cada dos por tres le llamaba la atención. Tonterías como los ataques de pánico de la profe de matemática, ante la invasión del aula de pérfidos bichos como cucarachas, arañas o gusanos de jardín. El director no tenía pruebas pero intuía que del trompón de la profesora era culpable la pequeña de ojos grandes, menuda y de pelo rubio alborotado que corría como un ciclón. En su despacho, informó a su madre que la próxima vez sería expulsada durante tres días, con cara sería, repantingado en su enorme butacón.
Pascualina intentó una y otra vez hacerle entender que ella no era la culpable de que la profe tropezara en una tabla levantada del suelo y se diera semejante castañón. Para una vez que no era ella…
Lo miró intensamente y vio dentro de él aquello que lo atormentaba.
Mientras su madre y el director discutían sobre su mala educación, se fijó en las cartas preparadas para mandar al correo. Lo observó tan estresado que decidió que le haría el favor de echarlas por él al correo. Seguro que así compensaba su enfado por las travesuras a que sometía habitualmente a los profes porque ella pensaba que habitualmente no eran justos.
Y así lo hizo. Cogió las cartas y al salir del cole de la mano de su madre, en un descuido, las echó en un buzón.
El director buscaba sus cartas y preguntaba a su secretaria si ya las había llevado a la estafeta del callejón.
En una de esas cartas confesaba arrepentido que había malversado los fondos que el colegio tenía para la comida del comedor. En otra le decía adiós al amor de su vida, el profesor de gimnasia, un atleta de triatlón. Lo sentía por su mujer e hijos pero le habían diagnosticado un tumor cerebral terminal y le quedaba un mes de vida. Quería dejar su conciencia tranquila y dejar todos sus asuntos con su dios en paz. No había decidió enviar esas cartas, quería esperar a que la enfermedad estuviera más avanzada y ya lejos del colegio para poder morir ajeno al follón.
Sonó el teléfono, era del despacho del médico dónde le habían realizado las analíticas que concluyó en un diagnóstico tan desalentador y que habían dado como resultado tan tremenda valoración. Al otro lado del teléfono, el Doctor Marcos, se deshacía en disculpas y muy compungido lamentaba el error. Su enfermera había confundido los historiales y Don Bernardo estaba completamente sano. Al Director solo le venía la imagen de la sala de espera de su despacho, en la que Pascualina y su madre estaban esperando su decisión. Solo en ese momento entendió la mirada penetrante de Pascualina y su sonrisa sardónica, con esa expresión en su cara de una gran satisfacción.
Pascualina intentó una y otra vez hacerle entender que ella no era la culpable de que la profe tropezara en una tabla levantada del suelo y se diera semejante castañón. Para una vez que no era ella…
Lo miró intensamente y vio dentro de él aquello que lo atormentaba.
Mientras su madre y el director discutían sobre su mala educación, se fijó en las cartas preparadas para mandar al correo. Lo observó tan estresado que decidió que le haría el favor de echarlas por él al correo. Seguro que así compensaba su enfado por las travesuras a que sometía habitualmente a los profes porque ella pensaba que habitualmente no eran justos.
Y así lo hizo. Cogió las cartas y al salir del cole de la mano de su madre, en un descuido, las echó en un buzón.
El director buscaba sus cartas y preguntaba a su secretaria si ya las había llevado a la estafeta del callejón.
En una de esas cartas confesaba arrepentido que había malversado los fondos que el colegio tenía para la comida del comedor. En otra le decía adiós al amor de su vida, el profesor de gimnasia, un atleta de triatlón. Lo sentía por su mujer e hijos pero le habían diagnosticado un tumor cerebral terminal y le quedaba un mes de vida. Quería dejar su conciencia tranquila y dejar todos sus asuntos con su dios en paz. No había decidió enviar esas cartas, quería esperar a que la enfermedad estuviera más avanzada y ya lejos del colegio para poder morir ajeno al follón.
Sonó el teléfono, era del despacho del médico dónde le habían realizado las analíticas que concluyó en un diagnóstico tan desalentador y que habían dado como resultado tan tremenda valoración. Al otro lado del teléfono, el Doctor Marcos, se deshacía en disculpas y muy compungido lamentaba el error. Su enfermera había confundido los historiales y Don Bernardo estaba completamente sano. Al Director solo le venía la imagen de la sala de espera de su despacho, en la que Pascualina y su madre estaban esperando su decisión. Solo en ese momento entendió la mirada penetrante de Pascualina y su sonrisa sardónica, con esa expresión en su cara de una gran satisfacción.
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