A pesar de los avisos
de la comunidad científica, algunos inmersos en nuestras rutinas no nos
enteramos, otros simplemente hicieron oídos sordos, y los poderes fácticos, como siempre, creyeron
en su soberbia que eso a la tierra no le
pasaría; no en su era, no justo cuando
ellos (soberbios de traje y corbata) ostentaban el poder. Los menos intentaron movilizarse para
concienciar al mundo y evitarlo; se asociaron, quejaron, manifestaron y
reprimieron. Así, que cuando empezó a
suceder, el espectáculo nos sorprendió en plena calle. Dejamos de mirar al suelo para mirar al cielo,
y ver que el universo nos abría una ventana por donde observar, como el azul intenso de una mañana de verano
se difuminaba, para mostrarnos nuestro sistema planetario. Dependiendo del
lugar en la Tierra iban apareciendo ante nuestros ojos los diferentes
planetas. Mientras algunos veían el
aspecto terroso de Venus y la cara oculta de mercurio, como si nuestra segunda
luna fuera. En otras zonas de nuestro planeta
aparecía primero el gigante Jupiter.
Marte envuelto en sus tormentas rojas, efervescentes e inquietas. El espectáculo de Saturno era incomensurable,
cuando empezó a aparecer y pudimos observarlo,
asistimos a su aparición con una
exclamación en la boca y el terror anidando en el corazón. Sus anillos formados de rocas aparecieron
como nubes de gas, que se solidificaban su alrededor. El
planeta nos regaló en el final de nuestros días un espectáculo hermoso. Nos enseñó
lo que había fuera de la cúpula.
Ese paraguas protector que nos
ofreció para poder vivir y crear un
mundo donde vivir. Pequeños seres con
conciencia de su existencia y posición el cosmos que rechazamos para mirar solo
hacia nuestro ombligo. Consciencia que
algunos utilizaron para CREAR e intentar mejorar. Ahora esa cúpula desaparecía, condenándonos a
la extinción, mientras, el universo se
paseaba por delante de nuestros ojos, para aquellos que quisieran ver antes de
perecer.