Fue en
Nochebuena. La última Nochebuena tranquila aquí en Londres. Entonces no sabía
nada de alienígenas, invasiones ni viajes en el tiempo. Había salido a hacer
las últimas compras de navidad cuando oí un grito cercano. Una chica corría en
mi dirección. Su cara reflejaba terror, pero yo todavía no sabía qué era lo que
la asustaba tanto hasta que descubrí algo que cambiaría mi vida para siempre.
Un grupo de maniquíes la seguían con pasos inseguros. Los había de niños, de
mujeres, de hombres; unos sin cabeza, otros simples piernas. La situación era
tan absurda que no supe reaccionar y seguí observando cómo se acercaban.
Entonces alguien gritó junto a mí:
—¡Corre!
Aquella
noche cambió mi vida. Aquella noche conocí al Doctor.