Ahora duermo, lo sé. No será para siempre, eso también lo
sé. Es parte de mi condición, saber; y si es una maldición o es un
reconocimiento de mi poder, ya no me importa, porque es.
Aquí vive el silencio, mi dueño. Aquí permanezco porque me
atan cuando me nombran por mi nombre verdadero, ese que olvido al escucharlo,
que me esclaviza sin remedio.
Me olvidaréis, me lo dicen estos huesos pequeños que ahora
llevo, rodeados de ecos transparentes...y un gato, con el
extremo de su cola llameante, que quiso jugar conmigo intentando atravesar el
cristal.
Me ha prometido que cuando sueñe, seré libre.