Trataba de avanzar frente al teclado, solucionado el
problema del pasillo, al parecer. Tenía un atasco monumental en su novela, una
especie de cortocircuito en la inspiración. Justo en ese instante escuchó que
su amiga la llamaba a voz en grito.
—¡Ya está, Ana!¡Ven a elegir el color en la paleta que te he
preparado!
Se levantó, pensando que fue buena idea que su amiga pintora
le ayudara con la obra del pasillo cuando se lo comentó; que no andaba muy
sobrada que digamos.
Quedó petrificada cuando llegó a su extremo, cubierto el
suelo con periódicos viejos.
—Mira,no dirás que es un pasillo aburrido. He pensado que si
pintamos de rojo vivo esa esquina...
—Pero...esos cables por fuera, y la lámpara así...
No podía creer lo que veían sus ojos.
—Sabía que lo notarías enseguida. Los cables son las venas
del edificio; si unas llevan sangre, éstas electricidad. El alma del edificio.
Sabía que lo apreciarías.
—¡Las venas van por dentro, y aquí están al aire!¡Y una casa
no es un cuerpo!
No sabía qué hacer: si saltar a la garganta directamente,
empezar a gritar y no parar...y mientras se debatía mentalmente, su cuerpo fue
más sabio y se desmayó.
Mientras llegaba al suelo, aún pudo escuchar: