—¡Otra vez aquí!
No es que lo dijera con desprecio, pero su tono terminaba
con una nota superior.
No contestó, aunque su luz titiló temblorosa.
—No estarás pensando comerme, dentro de tu cabecita.
Jugaba. Las sirenas eran así.
—Quizás, vienes a pedirme algo... pero ¿de veras crees que
tendrías alguna posibilidad?
Empezó a reír, aunque pudo evitarlo. Sacudió su melena de
sirena cuando puso el sombrero de copa al revés, y dejó de mirarle.
Cuando atacó, su luz se apagó.
La risa, también.