El anciano recorrió las estanterías con la mirada, su desolación empezando a mostrarse en los ojos... ¿Se habría equivocado en su juicio? Sinceramente, lo dudaba, pero ahí seguía. Solo, en la biblioteca del conocimiento absoluto. Como los últimos miles de años...
Sabía que aquella era una raza proclive a las mentiras,
siempre lo había sido; todos sus intentos de propagar información, prensa
escrita, hablada, o visual, habían caído en la gran farsa. Incluso aquella
gigantesca red mundial de información, tan esperanzadora en su momento, se
había enredado en la telaraña de mentiras; medios de manipulación masiva,
verdades a medias, mentiras que reescribían la historia, políticas
adoctrinadoras, enciclopedias falsamente libres... Nada se salvaba.
"En fin", pensó, "nadie dijo que fuera a ser
fácil. Y aún tengo algo de fe en ellos... Aún quedan unos pocos que, con
raciocinio y escepticismo saben diferenciar la verdad de la mentira. Sí, estoy
seguro de que algún día alcanzarán el nivel necesario para llegar hasta aquí.
Ese día la humanidad habrá alcanzado la madurez. Pero aún les queda mucho
camino por delante que recorrer...".