Sus ojos se humedecieron al mirar al sol poniente; al fin lo
había encontrado. Estaba ahí, frente ella, sobre aquella extraña isla; el faro
del fin del mundo. Y el paso al otro lado. A Fantasía, y a Wonderland, y a
Nuncajamás, y a Atlantis, y a Asgard, y a la Tierra Media, y a Narnia... A
todos y cada uno de los mundos que había imaginado, mientras leía.
Sin titubear, pasó sobre la valla que limitaba el paseo, y
saltó al agua, dispuesta a cruzar a nado el pequeño estrecho que separaba el
mundo real del fantástico.
—Qué lástima —comentó un pescador, al sacar su cuerpo del
agua—, era tan bella.
—Sí —dijo otro—, pero demasiado soñadora. Sus fantasías han
terminado con su vida.
—Puede que no sea así —apuntó el profesor de la villa, mirando
al horizonte—, quizás sea ahora, al dejar su forma física, cuando haya empezado
a vivir.